Cantemos el oro, rey del mundo, que lleva dicha y luz por donde va, como los fragmentos de un sol despedazado.
Cantemos el oro, que nace del vientre fecundo de la madre tierra; inmenso tesoro, leche de ubre gigantesca.
Cantemos el oro, río caudaloso, fuente de vida que hace jóvenes y bellos a los que se bañanen sus corrientes maravillosas, y envejece a aquellos que no gozan de sus raudales.
Cantemos el oro, porque de él se hacen las tiaras de los potífices, las coronas de los reyes y lo cetros imperiales; y porque se derrama por lo montes como un fuego sólido, e inunda las capas de los arzobispos, y refulge en los altares y sostiene al Dios eterno en las custodias radiantes.
Cantemos el oro, porque podemos ser unos perdidos, y él nos pone mamparas para cubrir las locuras abyectas de la taberna y las vegüenza de las alcobas adúlteras.
Cantemos el oro, padre del pan.
Cantemos el oro, porque tapa las bocas que nos insultan; detiene las manos que nos amenazan, y pone vendas a los pillos que nos sirven.
Cantemos el oro, porque su voz es música encantada; porque es heroico y luce e nlas corazas de los héroes homéricos, y en las sandalias de las diosas y en los coturnos trágicos y en las manzanas del Jardín de las Herspérides.
Cantemos el oro, premio y gloria del trabajador y pasto del bandido.
Catemos el oro, amarillo como la muerte.
Cantemos el oro, porque nos hace gentiles, educados y pulcros.
Cantemos el oro, porque es la piedra de toque de toda amistad.
UNAMONOS A LOS FELICES, A LOS PODEROSOS, A LOS BANQUEROS, A LOS SEMIDIOSES DE LA TIERRA!
CANTEMOS EL ORO!
(fragemento. Azúl de Rubén Dario)